Bernardo Burgos M.
Terapeuta Ocupacional
Universidad Austral de Chile
En nuestro país, en septiembre de cada año, con el desarrollo de diferentes actividades se
conmemora el mes del Alzheimer. Enfermedad de carácter crónica y adquirida, que se asocia a un
deterioro progresivo de diversas funciones cerebrales, ocasionando consigo paulatinamente, una
disminución de la autonomía, funcionalidad y calidad de vida de quienes presentan la enfermedad.
De acuerdo a estimaciones del Ministerio de Salud, la enfermedad de Alzheimer afectaría a cerca
de 200 mil personas en nuestro país, y según lo referido por la Organización Mundial de la Salud,
unos 47 millones de personas a nivel mundial sufrirían con la enfermedad. A la fecha se reconoce
que existe una estrecha relación entre las demencias y el envejecimiento de la población,
identificándose este como un factor de riesgo determinante. Lo anterior toma particular interés
cuando las proyecciones del Banco Mundial señalan que para el año 2050 el 24% de la población
chilena corresponderá a personas mayores.
A pesar de que a la fecha no ha sido posible el desarrollo de una terapia farmacológica efectiva,
que permita detener y revertir la progresión de la enfermedad, se identifica como un factor
protector la mantención de un estilo de vida saludable, que incorpore actividad física,
estimulación cognitiva e interacción social de forma periódica en la población.
En este escenario considero relevante destacar la importancia del desarrollo e implementación de
estrategias tendientes a disminuir los prejuicios y estimas sociales que suelen acompañar
doblemente a la población con esta enfermedad; por un lado, los relacionados con ser una
persona mayor y, por otro lado, los que acompañan a las enfermedades mentales en general, todo
lo cual conlleva su desvalorización y exclusión social. Si tomamos conciencia de que este es un
problema que muy probablemente afectará a más de alguno de nosotros y/o a nuestros seres
queridos en el futuro, se hace absolutamente necesario asumir la responsabilidad individual y
colectiva, que traiga consigo la creación de espacios físicos y sociales que favorezcan la integración
y participación en la sociedad de quienes presentan la enfermedad.